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CARNE HUMANA
6 de octubre de 2009
Esta mañana, fui a que el dentista me arreglara un diente horrendo que tengo down under. En realidad es en la mandíbula superior, pero nunca había encontrado la oportunidad de escribir down under, y que tuviera sentido.
Para el caso, resulta que llevo varios días en un tratamiento bastante creepy y resulta que hoy, el dentista debía recortar un poco la encía. No sé por qué, y no le pregunté tampoco. Si quiere cortarla, pues que la corte. Total, tengo más.
Pero, me había dicho que haría esto... creo que el jueves de la semana pasada.
Entonces, ese mismo día, se me ocurrió que podía pedirle el pedacito de encía que sacara; la envolvería en el pañuelo y la traería a la casa para freirla y comerla!!!!!
En realidad, no la iba a comer yo. Le dije a las niñas que se las iba a traer y se las daría a probar, sin que se dieran cuenta. También se lo propuse al Dani.
Por supuesto, ninguno de los tres accedió.
Una vez leí o fue que lo vi en la TV... que una mujer tuvo a su cría y el marido y otros amigotes, retiraron la placenta y ¡se la comieron frita!
Para el caso, el dentista la cortó y no me atreví a pedírsela. En parte porque estaba anestesiada y no me di ni cuenta cuando lo hizo; y en parte porque sí era una idea que no pensaba hacer prosperar. Era sólo una idea.
Ahora... ¿qué hubiera pasado si una de mis tres víctimas hubiera dicho que sí?
¡Mierda!
Escrito en el desvarío de las 01:53   ¿1 comentarios?
RECORDAR
Tengo la impresión que ya me he referido a todo acá.
Podría saber qué falta por decir, si me tomara
el extenso trabajo de revisar los post anteriores uno a uno.
Pero, bien se sabe en la comarca que, mi paciencia es extremadamente limitada.
Para el caso, debe haber un 98,97% de los lectores que le importa
un soberano perno si repito o no los post.
Inclúyome.
Escrito en el desvarío de las 00:57   ¿0 comentarios?
ENCUADERNAR
5 de octubre de 2009
De un tiempo a esta parte me he hecho de algunos libros bastante rancios (y por eso mismo, valiosísimos). Y resulta que me voy dando cuenta que cada vez que los leo y paso las páginas de la forma más cuidadosa que se me ocurre; se mellan, se ajan y me pongo triste. Porque pienso que en el devenir de los días... voy a tener un montón de hojitas rotas e ilegibles; sólo el recuerdo de mi riqueza cultural. Entonces, pensé en mandarlos encuadernar. Para ponerles unas tapas duras que quizás los protejan mejor.
Pero recuerdo cuando mi papá me dice que para que las cosas salgan bien, las tiene que hacer uno mismo. Sé que eso es no respetar el trabajo ajeno; pero he tenido bastantes experiencias con cosas mandadas a hacer y que uno entrega al "profesional", que después vuelven en peor estado o condiciones.
Así es que pienso en la mejor aprender la forma de encuadernar con mucho cuidadito mis libros tesoros. Aunque me queden feos.
Así, al menos, yo tendría la culpa y no sentiría el dolor de cometer un error entregándoselo a otros que quizás no les tengan tanto cariño.
Escrito en el desvarío de las 21:26   ¿0 comentarios?
SORDO-MUDO
4 de octubre de 2009
Muchas veces he tratado de explicarle a la Poka que una persona puede ser sorda y no muda; y visceversa. Pero, me viene con su réplica televisiva: "¿y cómo en la tele dicen que "traducen" las noticias en lenguaje para sordos y mudos?". Y bueno, le contesto, eso es para sordomudos o para sordos. No para mudos, por lo menos.
El asunto es que me fascina ver al hombre que entrega las noticias en lenguaje para sordos. Y cada vez que aparece trato de diferenciar alguna seña. Por ejemplo, cuando se refieren al presidente de la república, se pasan una mano desde el hombro contrario a la cintura, como emulando la banda presidencial. Y pienso que me gustaría tanto saber el lenguaje en señas... no sé para qué. No tendría con quién comunicarme porque no conozco a alguien que tenga la misma "intención".
Recuerdo aquella vez que quería aprender a hablar en klingong...
Tuve un tutor que era filólogo, de los antiguos (muy antiguos, en realidad). Era bastante complejo él, porque además era teólogo y todos los temas los relacionaba con Dios. Era muy enriquecedor darse cuenta que se podía tener una conversación inútil con tantas aristas y sin llegar a un resultado.
El caso es que él siempre hacía alarde de que sabía hablar en latín, en koiné y en arameo (entre otro "millón" de idiomas). Y sólo porque estoy bien criada, nunca le pregunté con quién conversaría en aquellos idiomas. Y, gracias a Dios no lo hice porque ahora entiendo. Quiero, uno de estos días, tener un "acólito" al cual decirle para vanagloriarme: "mira muchacho: yo hablo castellano, klingong y lenguaje de sordos, entre otros"



Escrito en el desvarío de las 20:39   ¿2 comentarios?