Margot

Una vez, estabamos almorzando y don Jesús estaba con nosotros. Él era filólogo y era teólogo. Durante app 100 años estuvo enseñándome muchas cosas interesantes acerca de ambas especialidades. Y algunas veces almorzaba con nosotros.
Ese día, como todos los días, Jorge y yo conversábamos acerca de cualquier cosa y de repente apareció el tema de si Jesús (Jesucristo) tendría la piel morena. Por eso de que vivía en el medio oriente y la gente allá siempre está asoleada. Entonces, sí era probable que fuera así, y conversábamos acerca de lo equivocado que estaba el autor de una imagen bien famosa que se hace de Cristo, en donde aparece con el pelo y la barba rubios y la tez clara. O, en lo correcto que fue haberlo hecho porque una persona se identifica más con el fenotipo propio o el que le parece más estéticamente agradable. (En el diseño de jabón LUX en países africanos, aparecía una mujer negra. Obvio.) Y en eso estábamos cuando don Jesús también entró en la conversación y nos dijo que... no me acuerdo, pero defendía la idea de que el hombre era blanco. Y de todo lo que aprendí con él, sé que en ninguna parte la Biblia a Jesucristo se lo describe físicamente. En una parte dice cómo se veía después de que le hubieron dado de latigazos... pero eso no cuenta.
Entonces, como siempre pasa también, Jorge y yo quedamos para el mismo lado de la conversación (con que Jesús debió al menos tener el pelo negro y la piel, si no oscura per se, quemada por el sol) y don Jesús quedó al otro lado (con que era rubio y de ojos y piel claros). Un rato duraron los alegatos, hasta que salió eso de que en la Biblia nada se dice de su fisonomía. Y don Jesús sacó su argumento final, y nos dijo: "no dice eso, pero dice que era perfecto".
Y me quedé pensando: "¡Dios mío!"
Jorge y yo nos miramos... como pensando... "¡Dios mío!"
Jesucristo era perfecto, ergo, tenía el pelo rubio, los ojos claros y la tez clara.
Sin tener argumento para refutar, creo que cambiamos de tema. En realidad, sí había argumentos... lo que no había era necesidad de discutir con alguien que pensara eso. Algo como discutir con un nazi, que me da la impresión que es la pérdida de tiempo más grande que pueda existir.
Don Jesús ya murió. Agradecidamente, con su tutoría, aprendí de él todo lo que sé de ambas disciplinas.
Pero esa declaración suya, cada cierto tiempo, me da vueltas en la mente.